El desafío de la dependencia física y psicológica al abandonar el cigarrillo.

La adicción al tabaco es mayor que la generada por la ingesta de cocaína. Sin embargo, los fumadores están disminuyendo día tras día.
Según el Ministerio de Salud de la Nación, en nuestro país se estima que 40.000 personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con el consumo de tabaco, es decir, alrededor de 110 por día.
Muchas son las medidas que se toman desde el Estado para desalentar el consumo: subas de precios en los cigarrillos, propagandas de shock, prohibición de hacerlo en lugares cerrados sean estos de circulación y permanencia pública o privada.
Aunque las cifras descienden todavía son muchos los fumadores que no se alertan ante estas medidas.
A quienes han decidido dejar de fumar, la aparición de drogas como el bupropión o los chicles y parches ayudan a cesar los síntomas físicos ante la falta de nicotina, pero ¿qué sucede con el deseo psicológico de fumar?
La psicóloga Liliana Kitay expresó en una publicación para Swiss Medical Group que más allá de la dependencia física que todo adicto conlleva, existe una dependencia psicológica mucho más fuerte y difícil de vencer. Ocurre que la adicción al tabaco es mayor a la generada por la cocaína.
El tabaquista tiene una triple dependencia: química, psicológica y social. La primera corresponde directamente a la adicción al tabaco, en específico a la nicotina. En el caso de la dependencia psicológica, se trata de algo mucho más complejo, que es la relación del paciente con el objeto. Por último, el aspecto social se relaciona con la aceptación del hábito, dado que su consumo es legal.
LA LUCHA
Cuando un fumador decide dejar este hábito emprenderá una batalla consigo mismo. A pocas horas de que abandone el tabaco su cuerpo comenzará a desintoxicarse. Esto le generará ciertos cambios sistémicos claramente visibles. Disminuirá su presión arterial, comenzará a normalizarse el monóxido de carbono, mejorarán su olfato y el aspecto de su piel. Sin embargo, también se desatará el síndrome de abstinencia. Quien deja el tabaco puede experimentar: cambios de humor, irritabilidad, ira, depresión, insomnio, menor concentración, mayor apetito y ansiedad.
Todos estos síntomas forman parte del consumo psicoactivo y derivan de la búsqueda del cuerpo por obtener la droga y el estímulo asociado al consumo ante la falta de la sustancia. Los tratamientos con ciertos fármacos -parches o chicles- ayudan muchas veces a los tabaquistas a lidiar con el síndrome de abstinencia.
Cuando los deseos físicos de fumar se vayan desvaneciendo, hará su entrada la adicción psicológica, mucho más fuerte y difícil de vencer.
EL CONTROL
La dependencia psicológica al cigarrillo es mucho más fuerte que la que se tiene físicamente. El fumador traslada la relación sujeto objeto, en la que el cigarrillo pasa a controlarlo completamente. En vez de ser el "sujeto" quien decide cómo y cuándo utiliza al "objeto", la relación se invierte de tal manera que el cigarrillo pasa a controlarlo. Si los cigarrillos están ahí el tabaquista los fumará y buscará las ocasiones y momentos para poder hacerlo.
El cigarrillo comienza a ser parte de "su ser" y si deja de fumar puede tener el miedo de "dejar de ser". No logra imaginarse sin ellos porque estuvieron ahí en cada aspecto que los necesitó. Se volvieron parte de su identidad y de su ser. El tabaquista relaciona al cigarrillo con la personalidad, la familia, las costumbres o el trabajo. Para esta persona toda situación que involucre estrés, toma de decisiones, angustia, frustración, felicidad o aburrimiento es buena para fumar.
¿Cómo hará para enfrentar una decisión difícil sin un cigarrillo previo? ¿Qué hará ante una frustración? ¿Cómo encarará una mala noticia? Todos estos aspectos son los que el tabaquista debe resolver y que pueden llevarlo a recaer. No solo debe racionalizar el hecho de que el tabaco es completamente nocivo para su salud, sino que además debe dejar esa parte de su personalidad e intentar crearla sin un cigarrillo.
En una primera fase se encontrará con la negación. El tabaquista es consciente de los daños del cigarrillo, pero no puede dejarlo. Quiere y no quiere, fantasea con controlar su consumo o cree que nada le pasará. Es necesario que el paciente resuelva estas cuestiones, que evalúe los beneficios de dejarlo frente a los de seguir con la adicción y logre que estos les ganen a los deseos.
Fuente: El Tribuno